Para mediar no sólo basta con estudiarse los conceptos y saberse los principios de la mediación. Está claro que para llevar algo a la práctica, primero hay que conocer la teoría. Sin embargo, la mediación, al igual que otras muchas disciplinas, requiere ciertas habilidades que no se adquieren “estudiando”.
Esto no quiere decir, en ningún caso, que no todo el mundo puede ser un buen mediador. Al contrario. Todo aquél que quiera entrenar las habilidades necesarias para mediar, puede ser un excelente mediador (o incluso el mejor).
Normalmente, la gente da por hecho que para ser mediador o tienes que estar formado en Psicología/Trabajo Social o tienes que estar formado en Derecho. Una de las preguntas que más me han formulado en las tantas mediaciones que he llevado, ha sido: “¿Qué formación tienes?”. Yo siempre contesto lo mismo: “Mediación”. Pero la gente insiste: “No, pero me refiero a carrera universitaria”. Parece ser que si no eres una persona formada en una de las carreras antes mencionadas, no vales para mediar. Me alegra poder afirmar que eso es rotundamente falso. La formación puede ayudar a facilitar la labor del mediador, pero desde luego en ningún caso es la que otorga el título de “buen mediador”. Sin ir más lejos, uno de los mejores mediadores de Estados Unidos, es arquitecto, carrera, en principio, nada relacionada con la mediación, ¡pero ahí le tenemos! En nuestro propio país, muchos excelentes mediadores son de la rama de economía. Incluso he llegado a conocer a uno formado en Marketing y dedicado a temas que no tienen nada que ver con la mediación.
Entonces, si mi formación no es la que establece mis aptitudes como mediador ¿cómo sé que sirvo para mediar? Para contestar a esta pregunta, primero debemos centrarnos en la parte fundamental de la mediación: “las personas”. El mediador trabaja con los conflictos de la gente, les ayuda a resolverlos y alcanzar soluciones. Como sabemos, cada persona es un mundo, cada vivencia es distinta y cada situación será totalmente diferente. Por ello, aunque dos conflictos parezcan iguales, nunca lo serán ya que las personas les dan ese “toque único”.
Por tanto, un buen mediador, debe tener ciertas habilidades que le permita tratar con todo tipo de personas y ayudarlas a solucionar sus conflictos.
Se habla mucho de determinadas habilidades tales como empatía, asertividad o escucha activa (las cuales desarrollaremos en otro artículo), y se dice, en mi opinión equivocadamente, que “o se nace con ellas o no se tienen”. Puedo decir que he visto personas con esas habilidades inherentes a sí mismas, son naturales para ellas, es decir, las tienen “de siempre”. Por otro lado, he conocido personas que no han tenido la suerte de nacer con esas habilidades, pero que han sido capaces de entrenarlas y hacerlas propias, usándolas sin dificultad.
Por tanto, creo firmemente que todo el mundo, tenga o no esas habilidades, si dedica el trabajo necesario, puede adquirirlas y usarlas sin problema para lograr ser un buen mediador. Como bien dijo Edison, “la genialidad es un 1% de inspiración y un 99% de transpiración” (la dedicación supera a la habilidad).
Hemos dejado de lado algo que es sumamente importante tener en cuenta para poder mediar bien. De nada sirve tener las habilidades citadas anteriormente si uno no sabe tratar con las personas. Ese llamado “don de gentes” es fundamental. La mediación se basa en la confianza y la comunicación con diferentes personas. Si no tenemos eso, difícilmente lograremos que los mediados nos cuenten sus conflictos y lleguen a un acuerdo.
En mi caso, me gusta mucho usar el sentido del humor. Obviamente, no lo empleo en los momentos más tensos, pero desde luego ayuda a los mediados a sentirse más cómodos y a hablar tranquilamente. También es muy recomendable usar el sentido común.
Hay que recordar que las técnicas de mediación tales como reformular, resumir, reenmarcar… son muy útiles para avanzar con los mediados, pero uno nunca está 100% seguro de que vaya a funcionar en todos los casos. Por eso es importante el sentido común. Si hago las mediaciones como si fuera un robot, soltando técnicas “a cascoporro”, de poco servirá. Sin embargo, si pienso en cómo son los mediados, en qué actitud vienen y en qué momento del conflicto se encuentran, la mediación avanzará mucho mejor.
Para finalizar este artículo quiero dar un consejo que doy a los alumnos cuando van a mediar por primera vez: Para ser un buen mediador no hay más que ser uno mismo, ser natural. Si uno no trabaja siendo uno mismo, las técnicas que use saldrán forzadas y perderán eficacia, pudiendo incluso producir el efecto contrario.
Como ejemplo, diré un caso real que le sucedió a un compañero. En plena sesión, una mediada empezó a emocionarse y no pudo evitar llorar. Este compañero tiene muchas habilidades, pero dar abrazos o sujetar la mano de alguien que está triste no es una de ellas. El problema fue que el compañero intento sujetar la mano de la mediada, pero al no ser él mismo e intentar aplicar el manual de mediación a rajatabla, la mujer le apartó la mano bruscamente y se cerró totalmente durante buena parte de la sesión. No obstante, diré que finalmente se logró que la mediada se volviese a abrir.
Por todo ello, para ser buenos mediadores os aconsejo que seáis vosotros mismos y si sentís que una técnica puede ser útil en ese momento, usadla, no tengáis miedo de fallar, lo más seguro es que salga bien, y si no, tampoco pasa nada, uno rectifica y se soluciona. Lo bueno (y lo malo) de la mediación es que cada caso es un mundo y nunca se sabe por dónde pueden salir los mediados. Eso hace que este trabajo sea más bonito y evite caer en la rutina.
Espero haber ayudado con este artículo a aquellos que no saben si pueden mediar o no. Recordad, con trabajo y dedicación, todos podéis ser unos excelentes mediadores.